Autora: Ainoa
Hospital Clínic Barcelona
Emociones que encontrarás en este cuento: miedo, sorpresa y felicidad
Había una vez una niña llamada Marina que un día se despertó en una habitación muy especial: no era su casa, ni la escuela, ¡era un hospital! Aunque las paredes estaban pintadas de colores y las enfermeras sonreían mucho, Marina sentía mariposas en la barriga.
—¿Qué me pasa? —se preguntaba—. ¿Por qué me siento tan rara?
Esa noche, mientras todos dormían, algo mágico ocurrió. Un pequeño conejo de peluche que estaba en la mesita de noche se movió, bostezó y le habló:
—Hola, Marina. Soy Zuri, el guardián del Bosque de las Emociones. ¿Quieres venir conmigo a visitarlo?
Marina, sorprendida pero curiosa, asintió. Y en un abrir y cerrar de ojos, ¡ya estaban dentro del bosque!
Primera parada: La Cueva del Miedo
En la cueva había sombras y ruidos extraños. Leo se acurrucó.
—Aquí es donde viene el miedo, Marina —explicó Zuri—. A veces, estar en el hospital da miedo: no sabes qué va a pasar, hay agujas y sonidos nuevos. Pero el miedo no es malo, sólo quiere que te cuides.
Marina respiró hondo, y poco a poco, la cueva se hizo menos oscura.
Segunda parada: La Montaña del Enfado
Marina subió y subió, y al llegar a la cima, sintió que algo estallaba dentro.
—¡No es justo estar aquí! ¡Quiero ir a casa! —gritó con fuerza.
—Eso es el enfado, Marina —dijo Zuri con calma—. Es normal sentirlo cuando las cosas no salen como esperas. Lo importante es dejarlo salir con palabras, no con gritos o golpes.
Marina gritó al viento todo su enfado, y el viento se lo llevó.
Tercera parada: El Lago de la Tristeza
Al mirar el lago, Leo sintió que quería llorar.
—Extraño a mi familia, a mis amigos, y no quiero estar aquí más —susurró.
—La tristeza también tiene un lugar —dijo Zuri mientras le daba una manta suave—. Llorar está bien. Significa que algo te importa mucho.
Marina dejó que sus lágrimas cayeran y se sintió más ligero.
Última parada: El Claro de la Esperanza
El sol brillaba, las flores bailaban, y había risas en el aire.
—Aquí vive la esperanza —dijo Zuri—. Aunque estés en el hospital, cada día puedes encontrar algo bonito: una visita, un dibujo, una sonrisa.
Marina sonrió. A lo lejos, vio a sus papás entrando en la habitación del hospital. Volvió a abrir los ojos. Estaba en su cama, pero algo era distinto: se sentía más fuerte.
