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CULTURA
Pequeños Pacientes, Grandes Lectores 5

Di lo que sientes

Autora: Irene

Hospital Universitario Infantil Niño Jesús

Emociones que encontrarás en este cuento: amor y tristeza

Érase una vez una niña de once años llamada Celia que vivía en Madrid con sus padres, Sara y Ernesto. En el colegio tenía muchas amigas con las que estaba muy unida y en las que siempre podía contar. También le encantaba leer; era una de las cosas en el mundo que más amaba. Sus padres y ella tenían un amor recíproco y no había secretos entre ellos. Su padre era cirujano, cosa que le encantaba porque le hacía sentirse útil ayudando a la gente que estaba pasando por un momento difícil. Su madre trabajaba en una residencia y, aunque a veces podía llegar a ser un poco triste, todos los ancianos la querían mucho y ella disfrutaba trabajando.

Un buen día, sus padres le dijeron que tenían que irse a vivir a Londres por temas de trabajo. A Celia no le gustó nada la idea porque iba a tener que dejarlo todo: sus amigas, su casa, su heladería preferida… Sin embargo, no expresó su desacuerdo. Por primera vez en su vida empezó a sentir algo que no había sentido nunca y, aunque en ese momento no lo sabía, era una especie de bichejo llamado Ansiedad. En su nuevo colegio empezó a sentir vergüenza, porque a pesar de que conocía muy bien el idioma no lograba tener una correcta pronunciación. Allí tampoco tenía muchas amigas y empezó a sentir soledad. Pasaron los días y, harta de no saber lo que le pasaba, se fue a la biblioteca en busca de respuestas. A pesar de que estuvo buscando información muchísimo tiempo, no encontró nada que le pudiera ayudar.

Semanas más tarde, mientras estaba buscando la última pieza de un puzle que había estado construyendo durante el último mes, encontró detrás de un mueble un libro escrito a mano, un tanto desgastado. A medida que leía, iba resolviendo todas sus dudas. Aprendió muchas cosas nuevas, entre ellas las siguientes:

  • Las emociones salen de una máquina blanducha y muy querida por el ser humano llamada cerebro.
  • Todas las personas sentimos emociones, como la tristeza (cuando has perdido a un ser querido), la felicidad (porque te han hecho un regalo inesperado), la rabia (porque tu hermano pequeño te ha roto el libro de mates y lo ha llenado de babas), el amor (porque todavía quieres a tu hermano aunque a veces sea tan asqueroso) o el asco (porque tienes que comerte el brócoli de la cena).
  • Se denomina depresión al estado de tristeza en el que se encuentra una persona durante una temporada por motivos difíciles de comprender.
  • Se denomina ansiedad al miedo que sentimos los seres humanos cuando estamos preocupados por algo (como cuando te han puesto siete exámenes la semana que viene).
  • Diferenció muchas emociones parecidas; entre ellas la nostalgia, la melancolía y la euforia de la alegría.
  • Descubrió que cuando alguien está desganado lo llamamos apatía y cuando alguien tiene miedo a algo que no debería dárselo se denomina fobia (él/ella tenía aracnofobia porque tenía miedo a las arañas).

De este modo, Celia se dio cuenta de que ella no había sido la única en experimentar estas emociones y seguramente sus padres y muchos otros más lo habían hecho antes que ella. Pensó que seguramente no lo hubiesen contado porque les podía preocupar lo que pensase o dijera el resto, como le sucedía a ella. Al terminar el libro, le entró una curiosidad enorme por saber quién lo había escrito. Estuvo todo el día siguiente buscando entre los libros de la biblioteca de su colegio algo que le pudiera ayudar a encontrar al autor o autora, pero no hubo manera.

Con este enigma en la cabeza pasaron los días y, cuando ya casi lo había olvidado, le vino de nuevo la duda. Ocurrió una tarde lluviosa mientras su madre y ella estaban reorganizando el desván y encontraron una caja de recuerdos familiares. Dentro había un álbum de fotos y un libro de recetas que había sido escrito por su madre cuando era pequeña. Al ver la letra lo tuvo todo claro: ¡Sara era la escritora del libro! Tras esto, la cogió de la mano y le hizo una especie de interrogatorio, preguntándole todo tipo de cosas. Su madre le confesó que, a pesar de lo mucho que le gustaban las personas mayores, no trabajaba en una residencia de ancianos; en realidad era terapeuta y trabajaba con pacientes que padecían enfermedades como trastornos de ansiedad, ataques de pánico… Le dijo que cualquier tipo de célula en el cuerpo podía pasarlo mal y que las neuronas no eran una excepción. Le explicó que, al igual que ocurre con las enfermedades físicas, nadie tiene la culpa de que sucedan y que hay veces que pueden precisar de medicación. Le confesó que, aunque su padre lo sabía, habían decidido mantenerlo oculto porque eran tan felices que lo vieron más como un problema que una ventaja. No querían meterle este mundillo de las emociones en su cabeza. Le dijo que a Ernesto y a ella les preocupaba mucho cómo podría haberle afectado el viaje, pero que al final les pareció que lo llevaba bien.

Ahora acaba de darse cuenta de lo equivocados que habían estado. Después de cenar, hicieron una reunión familiar en la que hablaron de un montón de temas. Al final, se prometieron que no iba a haber más secretos y se dieron un fuerte abrazo de tres.

¡FIN!

Di lo que sientes

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