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Pequeños pacientes, grandes lectores 2

El viaje

Autora: Julieta, 15 años
Aula Hospitalaria del Hospital Infantil Niño Jesús (Madrid)
Emociones que encontrarás en este cuento: alegría, sorpresa, miedo, calma

Era el mes rosa, final de primavera cuando las motas heladas estaban terminando. La amistad que llevaba con mis amigas nos llevaba a lugares misteriosos, nos daba intriga lo desconocido y, qué más desconocido que el propio océano. Después de planear nuestro próximo hallazgo, que haría más culto al interesado en biología, nos dirigimos a un antiguo puerto, donde encontraríamos nuestro pasaje a nuestra aventura. El puerto tenía la madera acabada debido a las hambrientas termitas que se habían establecido en ese viejo puerto, la marea que delimitaba el puerto ascendía al cubrir un manto oscuro iluminado a millones de kilómetros de la faz de la Tierra y descendía al estar el mar cubierto de algodones. 

Emocionada por saber que descubriríamos nuevas cosas, el tiempo pasaba como una liebre

En el vetusto puerto nos encontramos a un mugriento hombre raído, ropa de hace varios años, una fetidez que hacía identificar que el mugriento hombre no abastecía para tener un ducha. Satisfactoriamente obtuvimos nuestra cáscara de leño que se adentraría a lo desconocido,  a lo que pronto iba a tener nuestros nombres. 

Emocionada por saber que descubriríamos nuevas cosas, el tiempo pasaba como una liebre, jugaba con mis amigas, creo que esos fueron los últimos momentos en ese estado de felicidad… Poco a poco nos adentramos al mar Caribe, pasamos junto a la isla Jamaica acompañadas del fiel sol, las mareas eran cada vez más fuertes, María se mareaba en cada ola y Nancy no lograba moverse sin ganas de vomitar, yo acostumbrada a estas situaciones lo manejaba con facilidad. Las risas que al inicio del viaje eran notables, creo que no las recordaré con facilidad. Las olas que antes eran fuertes, ahora destrozaban poco a poco la pobre cascarita de leño. A mí, bióloga marina, se me hacía raro este tipo de magnitud de las olas, debido a esto consulté un mapa, mi brújula y compás. Gracias a los estudios de cartografía logré identificar nuestra ubicación, la sorpresa no fue agradable; con preocupación intenté desviar nuestra ruta, pero una vez que entras no puedes salir. 

Poco a poco nos adentramos al mar Caribe, pasamos junto a la isla Jamaica acompañadas del fiel sol, las mareas eran cada vez más fuertes

El manto cubrió el cielo, las olas se tranquilizaron y mis amigas despertaron, se sorprendieron y quedaron aterrorizadas al contemplar cómo se movía la brújula y el compás, pues sabían dónde nos encontrábamos. Por unos cuantos minutos ellas no contuvieron la calma, el silencio reinó al azotar fuertemente una gran ola al barco que nos hizo chocar con las paredes provocando un largo, pero no eterno, desmayo. 

Después de unas semanas se volvió a encontrar con sus amigas. Una de las amigas tenía un teléfono y empezaron a pedir ayuda para salir de la isla. Luego de unos días lograron que las rescataran. 

Cuando llegaron a sus casas decidieron buscar otra aventura. 

Continuará…



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