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CULTURA
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Pequeños pacientes, grandes lectores 2

Dino, el peluche que susurraba

Autora: Martina, 11 años
Paciente del Hospital de Alcañiz (Teruel)
Emociones que encontrarás en este cuento: tristeza, alegría, amor, sorpresa

Dino era un peluche que vivía en una juguetería. Como dice su nombre, era un dinosaurio, muy blandito y naranja. Tenía muchos amigos que también eran juguetes, por ejemplo: una muñeca que hablaba, un coche de carreras con luces y hasta una pelota. Pero Dino estaba un poco triste, porque unas familias con niños y niñas habían comprado a sus amigos, y ya no tenía con quién hablar por las noches cuando cerraban la juguetería. 

Y cuando el pequeño dinosaurio le susurró al oído que siempre iba a estar con ella, a Ana se le abrieron los ojos como platos, y también el corazón.

Un día, entraron un chico y una chica en la tienda. “Qué simpáticos parecen”, pensó Dino, pero… no se hizo ilusiones. Pero cuando se acercaron, fue muy valiente, y aunque nunca habría hablado de día, les preguntó:

— Hola, me llamo Dino, ¿y vosotros?

El chico y la chica no se lo podían creer, ¡un peluche les estaba hablando! Y respondieron:

—Somos Pablo y Lola… ¡y nunca habíamos hablado con un peluche!

—Sssh… es mi secreto. Algunos juguetes hablamos por las noches… Pero ahora a todos mis amigos los han comprado, y a mí nadie, y estoy un poco triste. Me encantaría encontrar una familia…

Pablo y Lola se miraron. Estaban buscando un regalo para su hermana pequeña, que estaba en el hospital, y pensaron que aquello era mágico.

—Oye, Dino… ¿te gustaría venirte con nosotros? Nuestra hermanita está enferma en un hospital y se alegraría un montón de tener un peluche con quien hablar por las noches…

Dino abrió mucho sus ojos y se le erizaron los triángulos de la espalda.

—Ayyyy… ¡Me encantaría! Nunca he estado en un hospital, ni tampoco he tenido una dueña, y creo que la podría querer muchísimo —dijo muy emocionado.

—¡Pues te vienes con nosotros!

Y Dino casi explotó de alegría. Cuando conoció a Ana, la hermana de Pablo y Lola, le pareció la niña más simpática del mundo. Ana lo abrazó muy fuerte, y Dino sintió mucho amor. Y cuando el pequeño dinosaurio le susurró al oído que siempre iba a estar con ella, a Ana se le abrieron los ojos como platos, y también el corazón. Y no se separaron nunca.

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